19 de marzo de 2014

Fuimos lo que somos

Crónica de trabajadores despedidos de editorial Perfil

Por Marcelo Rodríguez*, Ayelén Pujol** y Lorena Tapia Garzón**

Como una carta de reyes con 24 horas de retraso, nosotros también fuimos parte de una fábula. Al revés de lo que sucede con la fantasía infantil, la carta la escribieron ellos, los reyes que se arrogan la existencia por encima de los trabajadores. Aquel 7 de enero fuimos a trabajar como cualquier otro día pero nos frenaron el paso con un telegrama en la cara: nos acusaban de dañar la imagen de la empresa, de haberle causado problemas económicos y hasta de haber impedido la libre expresión del medio. Cuatrocientas veinte horas atrás habíamos ido a reclamar por nuestros derechos, traducidos en la reincorporación de tres compañeros despedidos. Entonces nos señalaron a 13, a quienes decidieron despedirnos con causa.

No sé los otros reyes, esos con los que sueñan los más chiquitos, pero estos no son buenos. Y sin embargo, ahogados en una paradoja, nos hicieron un gran regalo.

Desde que nos hicieron un daño económico (a un compañero lo condenaron al paroxismo de la humillación al pagarle 165 pesos en su último recibo de sueldo), desde que intentaron dañar nuestra imagen acusándonos de conspiradores ante nuestros compañeros y entorpecieron nuestra libre expresión al no poder decir lo que decíamos en las asambleas que históricamente celebrábamos en la redacción, sentimos que somos mejores. Somos mejores por todos nosotros, que son ustedes. Con los cuerpos en la calle, había que reagruparse y pensar cómo encarar nuestra lucha.

Decidimos ser albañiles. Construimos nuestro propio refugio con forma de carpa y de lunes a viernes armábamos y desarmábamos el gazebo, que después cobró fuerza de palabra clave en las canciones; acaso también juntos fuimos letristas y cantantes.

En el bar de la vuelta comíamos e íbamos al baño. Ahí nos dejaban estar y ahí encontrábamos paz para nuestras vejigas. Fue una segunda casa desde la que surgían ideas entre pizzas y empanadas. La dieta de la lucha es más una excusa para llenar la panza que para hacerle fiesta al paladar. Y pasaban ustedes, los compañeros de siempre, y nos hacían el aguante mientras se llenaban la boca de aceite porque entendían que estábamos en la misma lucha. La dieta para todos.

De algún mordisco de empanada salió la voz para proponer pegar afiches. Queríamos visibilizar el conflicto. Y nos hicimos empapeladores urbanos. Pegamos la cara de Fontevecchia por el centro de la ciudad, mientras la noche nos alargaba el día. Nos enchastramos, nos divertimos y, sobre todo, nos quedamos con la sensación inmensa de haber compartido momentos de una militancia que nos orgullecía.

La empresa nunca se mostró dispuesta a hacer concesiones. Insistía en nuestra radicalidad y, salvo cuando acató la conciliación dispuesta por el Ministerio de Trabajo, nos espió desde adentro hacia afuera. Esperaron que nos cansáramos y nos fuéramos. Que la carpa no ocupase más una entrada que algunos tuvieron que esquivar a la vez que agachaban la cabeza. Nosotros nunca bajamos la mirada. La vergüenza era ajena.

Si alguna vez quisieron condenarnos al ostracismo, se frustraron cuando vieron que la carpa no era de circo y que estaba llena de compañeros. Que pasaban ustedes para hacernos sentir nosotros. Y hubo charlas y actos y estuvo Taty Almeida y políticos y siempre, siempre, siempre, los compañeros de siempre. Hicimos un partido y entonces fuimos futbolistas. Los lujos y los regalos colaterales de estos reyes malos nos dejaron una marca indeleble: nos relató Víctor Hugo Morales y, por un día, todos fuimos barriletes cósmicos.

Hicimos chorizos porque, también, decidimos ser parrilleros. Y bailarines, por eso hubo compañeros candomberos y folcloristas y rockeros que vinieron a cantarnos. Y ya éramos mejores, así nos hicieron sentir ustedes con una generosidad inolvidable, cuando surgió otra idea: caricaturizar a Fontevecchia sobre el asfalto. Lo bajamos de su piso 14 a la calle a puro trazo y en ese ritual de compartir y dibujarlo nos hicimos artistas.
Ustedes, nosotros, todos, fuimos albañiles, creativos, decoradores, pintores. Laburantes de prensa que ganamos la pelea y logramos reincorporar a seis trabajadores de la Junta Electoral. De todos modos, el triunfo es anterior. Tuvo que ser apenas recibimos la cartita y todos juntos nos calzamos los zapatos para ser lo que somos: luchadores incansables.

* Trabajador despedido de Perfil, reincorporado por resolución judicial.
** Trabajadoras despedidas de Perfil que siguen luchando por ser reincoporadas a sus puestos de trabajo.







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