17 de abril de 2014

Grupo Olmos: de las obras sociales al lavado y la persecución sindical

LA HISTORIA QUE CRÓNICA JAMÁS PUBLICARÁ.

Los hermanos mendocinos Raúl y Alejandro Olmos, que operan un grupo de medios provenientes de cajas sindicales, se lanzaron de lleno a destruir la organización gremial en los diarios Crónica y Buenos Aires Económico (BAE). Los orígenes de una red de negocios que van desde la UOM hasta Pedro Blaquier, el dueño del ingenio Ledesma procesado por la desaparición de trabajadores durante la dictadura. Crónica del conflicto actual y del antecedente de 2005, con aprietes y matones a sueldo como denominador común.



Raúl y Alejandro Olmos llegaron a Buenos Aires después de crecer al calor de las obras sociales en Mendoza. Varias fuentes recuerdan la velocidad de su crecimiento económico. Incluso se sorprenden algunos hombres del Gobierno: “Venían con un autito descascarado”. Si eso fue  cierto, quedó lejos. Raúl Olmos, el mayor de los hermanos, de casi 50 años, se mueve en una camioneta X6 BMW negra, vive en un amplio chalet en Vicente López y creó un pequeño emporio mediático, al que le está extrayendo el jugo.
Alejandro y Raúl Olmos
Raúl se inició, hace 15 años, como hombre de negocios de la Unión Obrera Metalúgica (UOM) y entabló vínculos con Antonio Caló cuando éste era secretario de Acción Social del gremio. La llave del negocio fue la creación del fideicomiso de la UOM que sirvió para afrontar el concurso de acreedores. Se convirtió en un hombre imprescindible para Lorenzo Miguel, a quien llegó a conocer personalmente cuando su firma Donington SA se convirtió en administradora fiduciaria y eje de la triangulación del dinero proveniente de los afiliados. Tenía sede en Alsina 440, donde aún funciona BASA, su principal prestadora de salud. Había puesto las oficinas en la UOM pero se mudó enfrente cuando estalló el escándalo por la mafia de los medicamentos.
Desde que llegó al mundo de los medios no dejó de crecer. En 2005, su ingreso en el diario Crónica fue traumático. Lo compró por un millón de dólares pero rápidamente decidió “acomodar los números” –el eufemismo para echar trabajadores– y para lograrlo recurrió a un grupo de patovicas. Los muchachos de Raúl se encargaron de romper asambleas a golpes y no dudaron en balear el edificio cuando los trabajadores lo habían tomado para defender sus puestos de trabajo.
Después de Crónica, los hermanos Olmos avanzaron con la incorporación de otros medios. Sumaron Crónica TV, El Atlántico de Mar del Plata, el semanario Democracia y la web Diario Show. También tienen una participación en Underground, la productora de Sebastián Ortega. Sin embargo, la incorporación de medios no hizo más que multiplicar las marcas para conformar el “Grupo Olmos” que formalmente llamaron “Grupo Crónica”.
En los últimos tiempos se dedicaron a “ajustar” sistemáticamente sus costos, pero esta vez no fue a las piñas ni a los tiros. Utilizaron una mecánica más sutil que fue hostigar con una guerra de baja intensidad. En el caso de BAE dejaron que la redacción se desangrara y no reemplazaron a los trabajadores que se fueron a otros medios: en los tres años que el Grupo Olmos compró BAE se fueron 15 periodistas de una redacción que sumaba unos 40.
Otro de los “nuevos” métodos fue la división de redacciones, como ocurrió con El Atlántico, que “alquilaron” a un testaferro del dueño de La Capital, Florencio Aldrey Iglesias. La otra parte de esa redacción integró la web Crónica de la Costa.
En esa decisión de crecer y reducir costos, los hermanos Olmos le alquilaron los nueve pisos del emblemático edificio de Garay a la Administración Nacional de la Aviación Civil (ANAC). Sólo conserva el piso 10 para él, que lo remodeló a nuevo y tiene vista hacia San Telmo y al Río de La Plata. Y mandó a los trabajadores de Crónica a un edificio en Bartolomé Mitre al 700, que dirige su hermano Alejandro.
Pedro Blaquier
La política que se dio para crecer y estrechar vínculos en el mundo empresario tiene otras aristas. Durante el 2012 hizo todo lo posible para ingresar en la Unión Industrial Argentina (UIA). El lobby no tuvo desperdicio y no dudó en operar a favor de Pedro Blaquier, dueño del ingenio Ledesma, quien en ese momento hacía lo imposible para no declarar ante el juez federal que lo investigaba por delitos de lesa humanidad. A pesar de que estaba en juego la desaparición de 29 trabajadores, Raúl, aliado estratégico de un sindicato industrial, no dudó en jugar fuerte allí: usó BAE, Crónica y Democracia para difundir notas que reproducían, punto por punto, los planteos de los abogados de Blaquier. Una lectura no muy minuciosa de esas notas, que no se escribieron en la redacción, muestra la coincidencia con los resúmenes de los abogados del acusado, cuya causa está a punto de ser elevada a juicio oral.
Pero esa operación de prensa, que compartió con La Nación (aunque el diario de Mitre no llegó a ser tan textual) no le sirvió para ingresar a la UIA. Eso quedó claro sobre el final del 2012. Fue casi al mismo tiempo en que el juez Federal Fernando Poviña procesó a Blaquier en dos causas por los crímenes cometidos contra sus trabajadores.


Cómo funciona la convergencia de patovicas y empresarios para perseguir a los delegados de Crónica y BAE


RADIOGRAFÍA DEL ÚLTIMO APRIETE

El Grupo Crónica, propiedad de los hermanos Raúl y Alejandro Olmos, acaba de marginar a los delegados de los diarios Crónica y BAE de la mudanza a un nuevo edificio para allanar el camino hacia una nueva flexibilización. El grueso de los trabajadores de Crónica y un tercio de BAE se encuentran en una nueva redacción, mientras que sus legítimos representantes gremiales están varados en las ahora viejas redacciones de Bartolomé Mitre 760 (Crónica) y Rabanal 1712 (BAE), junto a otros trabajadores, también perseguidos por su participación gremial.  Desde el regreso de la democracia en 1983 el único registro de un ataque similar contra las libertades de los trabajadores de prensa sucedió en Clarín. En noviembre de 2000, el diario de Ernestina Herrera de Noble echó a 117 trabajadores, entre ellos a los integrantes la Comisión Interna y de la Junta Electora, en medio de palazos, con la Infantería de la Policía Federal en la puerta y la opinión pública silenciada.


Los hechos

Entre el domingo 16 y el lunes 17 de marzo, los Olmos activaron su estrategia para sacarse de encima a todos los activistas gremiales. La noche del domingo, los dueños del diario aprovecharon un corte de luz en el centro porteño para acelerar la mudanza a un edificio en Combate de los Pozos 639, prometida durante más de un año y medio. Esa noche se cerró una edición de urgencia en la nueva sede y a la mañana siguiente comenzaron los aprietes. "O firmás el nuevo contrato o te quedás trabajando en Mitre", insistían jefes y editores vía mail, chat o mensaje de texto. Siempre de manera aislada, siempre a espaldas de los delegados y de la gran mayoría de los trabajadores.

Para todos era evidente el eufemismo "te quedás trabajando en Mitre" usado para no decir "si no firmás, te quedás afuera". Aterrorizados ante la posibilidad de perder el trabajo, la mayoría no dudó en aceptar el traspaso de Editorial Sarmiento (propietaria de Crónica) a Editorial Aconcagua. Para la tarde del lunes, en Mitre sólo quedaba un grupo de trabajadores y ningún jefe. La incertidumbre y el desconcierto se apoderaron de los trabajadores. Luego de una asamblea de urgencia, la Comisión Interna acudió a la sede de Combate de los Pozos para informarse sobre lo que estaba ocurriendo.

Los atendieron en la vereda. Un patovica les prohibió la entrada porque eran "empleados de otra empresa". Esa frase sería blanqueada, días más tarde, por el abogado del Grupo Olmos, Marcelo Carbone, durante la primera audiencia sobre este conflicto convocada en el Ministerio de Trabajo.

Carbone -también apoderado de Asociación Federal de Editores de Diarios de la República Argentina (AFERA) durante las paritarias- dejó en claro que "la empresa va a aplicar un plan de convergencia, plan con el que no concuerda la comisión interna y por eso no fue incluida en el nuevo proyecto editorial". Es que la convergencia no es más que una nueva manera de llamar a la flexibilización laboral. La idea de la empresa es que un empleado trabaje para cualquier producto del multimedio. Así las cosas, un redactor de Crónica escribirá para ese diario y para BAE, hablará por los micrófonos del sector audiovisual de todo el Grupo Crónica y eventualmente deberá escribir para Crónica Mendoza o cualquier otro producto de los Olmos.

Los muchachos de AFERA con el gobernador Daniel Scioli
La Comisión Interna de Crónica está compuesta por Hernán Zyseskind, Emiliano Gullo, Nancy Acosta, Jorge Torres Fariña, Cristian Vilardo y Andrea Salmini. En octubre de 2013 el cuerpo gremial renovó algunos nombres y prolongó una representación que acumula más de 20 años. Sin embargo, desde que asumieron los nuevos delegados la dirección del diario sólo los recibió en dos oportunidades, la última en diciembre.

A los pocos días de la mudanza, las redacción de Mitre ya estaba casi vacía. De unos 100 trabajadores, solo quedaban 35, incluidos los delegados. Tres días después, el jueves 20, siguieron por BAE, ubicado en calle Rabanal 1712, barrio de Pompeya. La dirección del diario económico copió los pasos de Crónica. Si bien en el caso de los periodistas de BAE la invitación a firmar el nuevo contrato no fue acercada bajo amenaza, el peligro esgrimido fue el mismo: el que no firma, afuera.

El viernes, ya con todo el activismo gremial del Grupo Crónica excluido del nuevo edificio, los delegados de ambos diarios coordinaron una asamblea abierta en la puerta de Combate de los Pozos 639.  Advertidos del movimiento, los dueños de la empresa prepararon una bienvenida especial. Al menos ocho patovicas y un policía de civil custodiaban la entrada, mientras filmaban y sacaban fotos a los delegados de distintos diarios, revistas y radios que se habían concentrado para repudiar el ataque patronal. La fuerza de choque de los hermanos Olmos está comandada por un custodio personal de Raúl, Ángel Muñoz, el mismo que dio la orden de romperle los huesos a los trabajadores de Crónica durante una huelga en noviembre de 2005.

Desde que comenzó este conflicto, la Comisión Interna de Crónica acudió a tres audiencias en el Ministerio de Trabajo. Hasta ahora, en ninguna de esas instancias se logró una medida que pusiera freno a la avanzada patronal. En tanto, se realizan asambleas diariamente para defender los puestos de trabajo y la representación gremial de sus compañeros, ahora aislados en la flamante redacción. Siempre bajo la misma consigna: “Ni un trabajador afuera, todos al nuevo edifico”.
 
Los aprietes y los golpes de 2005

UNA POSTAL DE LA LLEGADA DE OLMOS A CRÓNICA

¿Cómo sería llegar a tu trabajo y, además de encontrarte con las personas que ves a diario, toparte en medio del salón con un grupo de patovicas que te miran feo? Muchos ni se imaginan en esa situación. Los trabajadores de Crónica tampoco se lo esperaban, hasta que llegó noviembre del 2005.

Promediaba el mes y la relación entre la nueva patronal (encabezada por Raúl y Alejandro Olmos) y los trabajadores era tirante. La quinta edición había cerrado y 75 trabajadores habían sido despedidos. Como medida de fuerza, se habían desarrollado una cierta cantidad de paros que forzaron al Ministerio de Trabajo a dictar la conciliación obligatoria. Pero la misma vencía ese día. Hombres robustos y con cara de pocos amigos se habían instalado en el medio de la redacción, en un sector cercano a la mesa de la dirección del diario. ¿El objetivo? Impedir que se lleve a cabo una asamblea general, en la que estaba claro que se iba a votar un nuevo paro indeterminado.

Patovicas en la puerta de Combate de los Pozos
Era la hora señalada para el cónclave multitudinario de los trabajadores. Los patovicas, quienes se habían mantenido (en su mayoría) distendidos y hasta charlando con algunos periodistas de modo casi agradable, habían mutado. Eran iguales a esos que te cruzás en un boliche. Pero no fueron los únicos intrusos de esa jornada. Mariano Rodríguez, jefe de seguridad, apareció en escena junto con una empleada. Pidió que no se realice la asamblea, pero los trabajadores estaban decididos. La asamblea general iba a tener lugar ahí, en el quinto piso del edificio de Garay y Azopardo, como era costumbre desde hacía años.

Y ocurrió lo que muchos intuían, con temor. Al dar comienzo la asamblea, los patovicas (alrededor de 15) comenzaron a amenazar e insultar para que los delegados no puedan llevar a cabo el cometido de todos. Se gestaron discusiones que fueron subiendo de tono, hubo invitaciones a pelear por parte de los intrusos y, de un momento para otro,  la redacción se había convertido en un campo de batalla.

Volaban piñas, patadas, teléfonos, computadoras… Los patovicas no hacían distinción. Le pegaban a todo lo que se movía. Personas mayores y mujeres no dejaban de ser un blanco. La golpiza salvaje duró varios minutos, aunque para quienes la presenciaron parecieron horas. Sólo uno o dos patovicas permanecieron calmados, casi humanos. Y hasta detuvieron agresiones sin sentido, como la que sufrió el actual Jefe de Redacción, Ricardo Fioravanti. Tras su intento por detener a una de estas bestias, que le propinaba golpes sin parar a un compañero que estaba en el suelo, recibió una o dos trompadas que le rompieron el tabique y lo mandaron al hospital.

En otro sector, hacia el fondo de la redacción, un delegado se llevó la peor parte. Inteligente, fotografió a los agresores en plena acción y luego entregó la cámara al Secretario Gremial de la UTPBA, quien permanecía atónito y parecía portar un cartelito que decía “intocable”. ¿El costo de su valentía? Varios patovicas lo arrinconaron y molieron a palos. Estuvo internado unos días. Nunca más volvió a Crónica.

De la nada, irrumpió un policía en el lugar. Pero las agresiones se sucedieron. Después del caos, la asamblea se hizo, como se pudo. Reinaba la incertidumbre y había miedo, pero había que hacerse fuerte. Se votó el paro, y se tomó la redacción para “aguantar” ahí las embestidas de la patronal.

Abajo, en la puerta, otro grupo de trabajadores aguardaba novedades. Eran menos, pero estaban firmes y fueron testigos de un nuevo ataque. Esta vez, la víctima no fue trabajadora de Crónica sino la notera del programa que Rolando Graña conducía en América. Cuando se acercó a la puerta para preguntar por el conflicto, le “respondieron” tirándole gas pimienta en la cara. Las cámaras de TV filmaron todo.

El paro duró tres días. A la segunda jornada, una gran movilización arribó a las puertas del viejo edificio de Crónica, hoy alquilado al ANAC. Cientos de compañeros y colegas se trasladaron en solidaridad y apoyo.

La medida concluyó con la reincorporación de los despedidos. Pero un cáncer se mantuvo latente en Crónica: la patota de los Olmos nunca abandonó el diario. Actualmente cumplen tareas de todo tipo. Hacen las veces de ordenanzas y recepcionistas, aunque siempre preparados para imponerse de nuevo, siempre por la fuerza.

Alejandro y Raúl Olmos, a paso firme en la senda de Magnetto & Fontevecchia


1 comentario:

  1. manga de HDP!!! los conozco bien... soy una victima mas de estos engendros...

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