A un paso del Siglo XXI
Por
Diego Martínez y Carlos Rodríguez *
El
trabajador presta servicios con “los medios instrumentales que se le provean”,
establece la Ley de Contrato de Trabajo (LCT). El mecánico no lleva su caja de
herramientas al taller del patrón ni el cocinero sus sartenes al restaurante.
En el gremio de prensa, en particular en PáginaI12, nada es tan obvio. El mes
pasado, después de años de redactores cargando sus netbooks en la mochila, de
excusas antológicas para no invertir, de dos cartas públicas al director, PáginaI12
comenzó a instalar computadoras con acceso a la web en todos los puestos de
trabajo.
La
Nación, Clarín y Perfil completaron hace una década la instalación de Internet.
Ambito Financiero fue el último diario en garantizar el servicio en 2003. PáginaI12
optó por instalar un puñado de máquinas de uso colectivo y mantener su red con
DOS que sólo permite acceder a cables de agencias. La respuesta de algunos
periodistas, a medida que los precios de las netbooks bajaron, fue aportar la
herramienta de trabajo. Los redactores que se incorporaban, superado el
asombro, también comenzaron a cargar con sus maquinas.
“La obligación genérica de los trabajadores respecto
de su empleador es poner a su disposición la fuerza de trabajo, que no incluye
la obligación de utilizar herramientas propias”, explica el abogado Luis
Campos, investigador
del Observatorio del Derecho Social de la CTA. El artículo 84 de la LCT señala que
las tareas deben adecuarse “a los medios instrumentales que se le provean”,
señala. “Como principio general, los medios instrumentales son provistos por el
empleador. Es posible que en algunas profesiones los trabajadores deban
utilizar herramientas de su propiedad, pero estos casos habitualmente están
previstos en el convenio colectivo y se paga un plus salarial por dicha
utilización”, agrega.
Sin
convenio desde 1975, sin gremio a la vista, PáginaI12 decidió resistir al
reclamo de instalar una herramienta elemental para una redacción del Siglo XXI y
no pagar ningún plus a sus redactores por aportarla. El malestar fue in
crescendo, hasta que en 2008 se instaló en las asambleas. Las cifras de
ingresos por publicidad oficial, entonces públicas, aumentaban la indignación:
con una inversión equivalente a dos días de pauta del gobierno nacional se
solucionaba el problema. Los pedidos canalizados por la Comisión Interna chocaban
con negativas de antología: “ustedes rompen todo”, “Internet no es tan
necesaria”, “el DOS nos da grandes satisfacciones”.
En
junio de 2009 se incluyó por primera vez el reclamo de “renovación de
tecnologías obsoletas” y “compra de computadoras con acceso a Internet” en una
carta a los lectores. El tema se conversó en
asambleas pero no se logró consensuar más que repudios a la negativa de
invertir. “Con sus 80 computadoras, en su gran mayoría
prehistóricas, se parece más a un museo de técnica que a la redacción de prensa
de un diario de nivel nacional”, ironizaron periodistas alemanes. (Junge Welt,
11.8.10)
En
octubre de 2010 los trabajadores le enviamos la primera carta al director
Ernesto Tiffenberg. Destacamos que “incluso pasantes que cobran 1400 pesos” trabajaban
con sus netbooks, criticamos que “la empresa se
desentiende de la inversión y de los riesgos”, y recodamos que “algunos
escribimos desde nuestros hogares, fuera del horario de trabajo, para evitar la
pérdida de tiempo que implica esperar turno en el puñado de máquinas de uso
colectivo”. La carta se difundió dos semanas después, sin haber recibido
respuesta.
El
absurdo naturalizado trascendió con fuerza cuando dos ladrones le robaron la
computadora a un pasante a metros del diario. Pese a que el
artículo 76 de la LCT prevé la situación (“el
empleador deberá reintegrar al trabajador los gastos suplidos por éste para el
cumplimiento adecuado del trabajo, y resarcirlo de los daños sufridos en sus
bienes por el hecho y en ocasión del mismo”), un gerente informó la negativa
patronal a restituirla. Peor aún, comparó con un auto la herramienta de trabajo
que el periodista pagaba de su bolsillo. Para exigir que la empresa repusiera
la máquina, desde la asamblea se decidió no firmar notas durante una semana y dejar
de aportar nuestras netbooks, medidas que se concretaron con un acatamiento
casi unánime.
Un solo
diario sin firmas, el 1º de diciembre de 2010, sirvió para que la empresa diera
marcha atrás y restituyera la computadora robada, y para que Tiffenberg acusara
recibo de la carta recibida cuarenta días antes. El director informó a la
Comisión Interna “la decisión de avanzar en la renovación tecnológica”
instalando máquinas “con sistema mixto” Linux/DOS. Ante la falta de certezas
sobre los plazos del compromiso, se analizó la posibilidad de no llevar más las
máquinas, propuesta que se desestimó para respetar planteos sobre la primacía
de “la libertad individual” frente a medidas consensuadas por el colectivo.
2010 concluyó con la promesa de Tiffenberg, a mediados de diciembre, de
instalar el “sistema mixto” antes de fin de año a los editores, que no
participaban de la vida gremial.
La
primera computadora “mixta” llegó el 7 de enero de 2011. Los compañeros apiñados
detrás del editor Alfredo Zaiat vieron cómo apretando tres teclas se pasaba de
la web al DOS. El verano transcurrió sin actividad gremial, que se retomó para tratar
la recomposición salarial. En marzo la asamblea decidió informar a los lectores
el incumplimiento de la promesa de avanzar con los editores. “Repudiamos la
negativa a realizar una inversión mínima y reiteramos el pedido, con la
esperanza de que se ponga fin al absurdo de tener que aportar a nuestra costa
instrumentos de trabajo que debería garantizar la empresa”, escribimos. En los
tres meses siguientes, mientras se discutían salarios, se elegían delegados
paritarios y se organizaba la elección de la Comisión Interna, la empresa
instaló cuatro máquinas, sólo para jefes de secciones.
El 14
de septiembre, en la primera reunión de la renovada Comisión Interna con la
empresa, advertimos a los gerentes que los trabajadores no estábamos dispuestos
a seguir solucionando el problema con nuestras notebooks. “Nadie los obliga, no
las traigan. Y si no quieren tampoco traigan celulares”, fue la respuesta del
gerente de personal, que generó un rechazo unánime de la asamblea.
Ante
otra difusa promesa de avanzar “de aquí a fin de año” con el “sistema mixto”
sólo para los sub-editores, la asamblea decidió no firmar el diario del 6 de
octubre, retirar las firmas una vez por semana hasta que se garantizara una
solución, y difundir la segunda carta a Tiffenberg. “Esta situación de precariedad se produce paradójicamente en un diario
que destaca desde sus páginas la importancia de la modernización tecnológica,
que aprueba la política oficial en la materia y que históricamente ha criticado
al empresariado por no reinvertir sus ganancias para brindar condiciones dignas
de trabajo”, destacamos a un año de la primera carta. “La ostensible falta de
inversión en tecnología tiene lugar en un contexto político altamente favorable
para la empresa, con un flujo de publicidad oficial creciente desde hace ocho
años”, agregamos.
Días después, la respuesta incluyó por primera vez a todos
los trabajadores. El director del diario se comprometió a garantizar la
instalación de “dos o tres máquinas mixtas por semana” hasta cubrir todos los
puestos de trabajo. Una nota de Barcelona terminó de convencer a la empresa.
“Dueños de PáginaI12 sostienen que la millonaria pauta oficial sólo alcanzó
para poner Internet en sus yates, pero no en la redacción”, tituló el semanario
el viernes 14 de octubre. Tres días después la empresa compró cuarenta
computadoras, que ya comenzaron a instalarse. De cumplirse el compromiso de
Tiffenberg, para marzo de 2012 todos los redactores de PáginaI12 trabajaremos
con Internet sin tener que hacer colas.
* Periodistas.
Miembros de la Comisión Interna de PáginaI12.
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